Eva es una persona solitaria, siempre se ha considerado así. La diferencia entre ella y cualquier otra persona es que la soledad no le resulta dolorosa y punzante como para muchos otros. Tal vez el hecho de ser huérfana de nacimiento creó en ella esa facilidad para estar sola y no depender de nadie. Aunque no es algo natural para una persona común vivir tan desligada de las relaciones humanas y de ese calor de familia que pareciera ser indispensable para todo ser humano, Eva era diferente. Estaba tan acostumbrada a la soledad que para ella esa era su realidad y su destino, aunque no siempre fue así. Cuando era tan solo una pequeña niña de 9 años, Eva soñaba con encontrar a su príncipe encantado y casarse vestida de blanco en una antigua iglesia repleta de amigos y familiares. Soñaba con tener una familia tan hermosa y unida como la de los cuentos que tanto le gustaban leer. No tardo mucho en crecer y en darse cuenta que aquel mundo de fantasías y cuentos con los que tanto disfrutaba soñar, no eran más que eso, sueños dentro de un mundo que no era piadoso con aquellos que inundaban su vida de fantasía. A medida que se hacía más adulta, Eva empezó a darse cuenta de los golpes que le propinaba la vida. Al verse tan sola, aquella mentalidad inocente y pura de niña, se transformo en rencor y resignación. En aquel momento todos los sueños de aquella niña se esfumaron tan rápido que no dejaron huella.
Eva solo tenía un sitio al que a duras penas podía llamar “hogar”. Aquel orfanato donde había pasado toda su corta existencia le cerraba las puertas aquella noche de invierno, la misma noche en que cumplía dieciocho años. Mientras se encontraba mirando aquella gran puerta de madera, pequeños recuerdos llegaban a su mente como flashes de cámaras. Recordaba cuando era una pequeña niña jugando en aquel gran patio junto con muchos otros niños a los que poco a poco parejas de extraños se llevaban. Eva podía recordar aquellas sonrisas de esos extraños en el momento en que se llevaban a uno de esos niños. A ella nunca se la llevaron. También recordó aquella tarde en la que la directora de aquel orfanato, a la cual Eva nunca le tuvo agrado, le informaba de forma tan fría y despreocupada así como quien lee la receta de una torta, que al cumplir la mayoría de edad tendría que irse del orfanato. Aquel momento ya había llegado.
Sin rumbo alguno Eva se adentraba en aquella fría noche tratando de buscar dentro de si alguna señal de dolor y nostalgia por lo que estaba dejando atrás, pero no encontró nada, solo un gran vacío. En ese momento un hombre alto con un largo chaleco negro cruzó la acera e igualó su paso colocándose tan solo a unos pocos centímetros de ella. Sin previo aviso aquel hombre mostró su insignia policial y la tomó por el brazo. Si algo caracterizaba a Eva era su inteligencia, ella sabía muy bien que no tenía ninguna posibilidad de librarse de aquel corpulento hombre, así que sin oponer fuerza alguna se dejó introducir en un automóvil negro que había aparecido frente a ella.
Todo transcurrió muy rápido desde el incidente en aquella calle, ahora Eva se encontraba en lo que parecía una sala de interrogatorio muy similar a las que había visto en varias películas policiacas que la dejaban ver en el orfanato. Mientras su mente viajaba hacia su pasado, un hombre comenzó a hablar a sus espaldas. Aunque debido a su despiste se había perdido gran parte de la introducción de aquel hombre, cuando terminó de hablar Eva había entendido todo a la perfección. Aquel hombre pertenecía a una agencia gubernamental de inteligencia, y habían reclutado a Eva ya que debido a su situación actual de huérfana era una clara prospecta a convertirse en espía, ya que el principal requisito para serlo era no tener vínculos sentimentales ni familiares, ya que era una profesión altamente riesgosa que ameritaba absoluta concentración y total dedicación. Toda esta información golpeó de tal forma a Eva que la dejó sin respuesta. Hace algunas horas se encontraba en la cálida cama de su antiguo hogar y ahora se encontraba en una sala de interrogatorio con un hombre diciéndole que su destino era ser espía. Si lo pensaba bien parecía una escena sacada de una película.
La dejaron sola para que tomara una decisión, aunque para Eva todo parecía más que claro. Sin nada mas en que creer, ya que había sido abandonada por las personas que le dieron la vida y tras haberse resignado a la soledad, siempre tuvo fe en que había un destino para ella. A pesar de que todo aquello se había convertido en una absoluta locura, ella vio en aquella oportunidad que se le presentaba ante sí, un camino que por alguna razón sabía que estaba trazado para ella. Fue así como esta solitaria adolescente decidió convertirse en espía.
Muchos años pasaron, ocho para ser precisos. Aquella adolescente sola y abandonada a la que un agente gubernamental había sacado de la calle aquella noche fría y oscura, ahora era una mujer. El duro y arduo entrenamiento al que sometieron a Eva durante tantos años logró ocultar muy en el fondo su pasado. Todo lo que vio y aprendió durante ese tiempo endureció la personalidad de aquella adolescente convirtiéndola en una mujer fría y sin sentimiento alguno. La personalidad de Eva, así como su anormal comodidad con la soledad, la llevaron a convertirse en una excelente espía. De los cientos de candidatos, solo diez lo lograron, entre ellos estaba Eva.
El día de su graduación, Eva disfrutaba del éxito. Había conseguido lo que se propuso, le dio un rumbo a su vida, la vida había jugado a su favor y le ofreció esta oportunidad que ella supo aprovechar. De cierta forma sentía que ese siempre había sido su destino.
Mientras el director de la agencia daba unas palabras al poco público asistente a esta secreta reunión, Eva desenfoco su atención y por primera vez en muchos años se distrajo. Volteó su mirada hacia la parte izquierda del recinto, y pudo observar a una niña que correteaba por el lugar. Al ver a esa niña Eva sintió como los recuerdos de su pasado que habían quedado tan sepultados en su interior, resurgían como muertos resucitados. Aunque su cara seguía estando tan fría e inexpresiva como tantas horas de entrenamiento la habían enseñado, por dentro un revuelto de emociones la embargaban al recordar esa niña que un día fue, esa niña que tantos sueños e ilusiones tenía. Centro su mirada nuevamente hacia el frente como si nada y enfoco su atención hacia la tarima que se alzaba frente a ella. Sin ella notarlo una lagrima se deslizo suavemente por su cara y así de rápido como apareció Eva la seco con un rápido movimiento. Era la primera vez que Eva lloraba.
Daniel Fuentes.
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